lunes, 1 de mayo de 2017

USO DE MEDICAMENTOS

Uno de los grandes problemas a los que nos enfrentamos los médicos es el desapego de los pacientes a los tratamientos indicados.

Para que un medicamento funcione, el paciente lo debe tomar en la cantidad, horario y tiempo indicados. Sin embargo es muy común que el paciente suspenda el tratamiento al momento de sentirse bien, lo que puede condicionar una recaída de su enfermedad o una complicación si la enfermedad no fue erradicada del cuerpo.

De igual manera, existe en la actualidad la posibilidad de cambiar el medicamento de patente por uno genérico intercambiable (siempre y cuando el médico lo haya autorizado en su receta), pero algunos establecimientos farmacéuticos, cambian el medicamento original por otra sal, argumentando que es lo mismo y aprovechando el desconocimiento del paciente, situación que es sumamente grave.

Pongamos como ejemplo a un paciente que por infección de la vía urinaria le han recetado un medicamento de patente que contiene norfloxacina, pero el farmacéutico al no tener ese medicamento genérico, le vende al paciente eritromicina, argumentando que es y sirve para lo mismo, situación completamente falsa. Y me atrevo hacer estas aseveraciones porque las he observado con más frecuencia en últimas fechas durante mi práctica profesional.

No porque una medicina rime en su nombre significa que sirva para lo mismo o que sea de la misma familia.

Es importante como médicos, especificar al paciente qué medicamento comprar, y en caso de que se le proponga un cambio por las farmacias, debe existir una comunicación entre el paciente y el médico que permita dar asesoría.

También, existe una mala costumbre de automedicación. Esta práctica, dificulta el actuar del médico, pues el paciente primero ya se automedica y cuando ya no puede más acude al médico, en algunas ocasiones complicado o con gravedad. Por ejemplo, un dolor abdominal (cólico) es algo muy común que no necesariamente tiene que ser visto por un médico y que los pacientes tratan con remedios caseros o medicamentos de libre venta para dolor. Algunos otros pacientes, de forma temeraria, consumen antibióticos (aunque en teoría no se pueden comprar sin receta) si el dolor persiste y se acompaña de otros síntomas como la fiebre o nauseas, hasta que ya no aguantan más y acuden al médico, pudiéndose tratar de una Apendicitis que ya se complicó por el tiempo de evolución o alguna otra enfermedad de las que comprenden los síndromes dolosos abdominales. ¿Ven que no es tan sencillo automedicarse?

Los buscadores de internet, son un arma de doble filo, pues los pacientes juegan a ser médicos y al buscar sus síntomas, aparecen muchas enfermedades e incluso cómo tratarlas, por lo que se automedican. Pero en realidad no hay una valoración médica que sustente dicho diagnóstico.

El internet es una herramienta muy valiosa para conocer más de los males que aquejan la salud de las personas, su origen, evolución y complicaciones. Este conocimiento sirve como cultura general que nos permita hacer conciencia sobre la importancia de recibir oportunamente  atención médica.

Por tal motivo, las consultas por vía telefónica, redes sociales o a distancia, no son correctas ni éticas, pues se debe revisar al paciente siempre. Una simple tos puede ser una neumonía, un dolor de cabeza derivar en  una crisis hipertensivas, un dolor tipo gastritis puede tratarse de un infarto. Lo sencillo puede ser complicado y lo que aparente ser complicado, en muchas ocasiones es sencillo y fácil de tratar si se maneja de forma expedita y acertada.

Por todo lo anterior, recomiendo a mis pacientes que no jueguen al doctor. Han sido 7 años de carrera universitaria, 3 a 5 años de postgrado y muchas horas, días, meses y años de capacitación médica continua para poder emitir diagnósticos. Si después de toda esta preparación académica aún cabe la posibilidad de algún error, ¿no es lógico que un paciente se equivoque al emitir un tratamiento o automedicarse?

Como mencioné al principio, los medicamentos se deben utilizar como se indican por el médico. Algunas veces antes de los alimentos, otras veces después de los alimentos, sin alimentos, sin uso de alcohol, sin combinar con otros medicamentos, sin el consumo de ciertos alimentos. Las indicaciones para administrarse los medicamentos tienen un por qué, una razón justificada para hacerlo de tal o cual manera. No son capricho del médico y buscan la efectividad del tratamiento en beneficio de la salud del paciente.

A nivel institucional cunado  los pacientes  tienen citas que sobrepasan el mes y el medicamento que les surten no es suficiente para su siguiente consulta, deciden racionalizar sus medicamentos para que les alcance hasta que regresen con su médico. Con esta intención  disminuyen la cantidad que deben ingerir por dosis o bien alteran las dosis indicadas para cada día. Desafortunadamente, esta práctica errónea sólo favorece que no se logren  las metas terapéuticas deseadas y se descontrole de nuevo su estado de salud.  Si la medicina no alcanza para la próxima consulta, el paciente debe buscar estrategias junto con su médico tratante para no quedarse sin medicamento, pero de ninguna forma se deben modificar horarios o dosis. Esto es incorrecto y peor aún, peligroso, pues  si el paciente omite mencionar esta situación al médico por temor a ser reprendido o porque se le olvide decirlo,  el médico puede deducir que la medicación no ha funcionado y decide aumentar la dosis o agregar otros medicamentos al tratamiento. Sin embargo, indicar al paciente que utilice muchas medicinas (polifarmacia) no es lo más  adecuado para la salud.

Otra práctica  que se presenta respecto al uso de medicamentos, sobre todo en los pacientes con enfermedades crónico-degenerativas como la diabetes o la hipertensión arterial, es que entre familiares o amigos se empiezan a pasar medicamentos, desajustando su dosis o dotación mensual. Peor aun cuando se cambian de medicamentos porque el abuelo o la mamá toman una medicina diferente para la misma enfermedad. Ejemplo, el abuelito es hipertenso, el padre hipertenso y el hijo también. El abuelo toma captopril, el papá metoprolol y el hijo losartan. Pero cuando hace falta la medicación, empiezan a tomar entre ellos lo que haya con la premisa de que sirve para lo mismo.

Esto no es correcto, pues los médicos, para otorgar un plan terapéutico, tienen que evaluar la edad, el género, las comorbilidades (enfermedades asociadas), las complicaciones, las contraindicaciones y otros puntos a fin de recetar el mejor plan terapéutico para cada paciente, pues ni la dosis ni los mismos medicamentos tienen el mismo resultado para todas las personas. De ahí lo peligroso que puede ser no respetar las prescripciones del médico.

En síntesis, hay que dejar en manos de los profesionales el cuidado de nuestra salud y hacer lo que los médicos indican para conseguir los resultados deseados.


Dr. Carlos P. Baquedano Villegas
Especialista en Medicina Familiar

Cancún, Q. Roo, Mayo del 2017


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